jueves, 7 de agosto de 2008

Arquitectura Religiosa

CUCURPE

Conocí Cucurpe a principios de la década de 1980, cuando empezaba a recorrer los rumbos de la historia y de la arquitectura regional. La distancia entre Magdalena y este pueblo se salvaba por un camino de terracería (hoy pavimentado), que lo recuerdo por ir entre suaves lomas y por un paisaje que se abría a un horizonte poblado por extensos bosques de sahuaros. Ahora, recordando aquellos tiempos, trato de imaginar a los ejércitos de la Orden de Jesús, los jesuitas pues, recorriendo las brechas y caminos entre sahuarales y bosques de mezquites.
Los imagino al trote de sus cabalgaduras o al lento andar de sus pasos recorriendo el inmenso territorio de la Alta Pimería, rodeado por una naturaleza que les era extraña. Fueron constructores de templos en un paisaje que se dibujaba en el horizonte con formas vegetales desconocidas para los europeos. La arquitectura occidental teniendo como telón de fondo un paisaje distinto, nos lleva a un juego de la percepción que altera las formas originales. La sobriedad de los primeros templos o los caprichos del barroco, cambiaron la envoltura natural que los rodeaba en Europa, por otra en la que las tonalidades de los materiales y la iluminación les diera un tono distinto.
Sabemos que los primeros templos fueron construidos con adobe y cubierta de zacate y tierra, como los describieron en un documento fechado en 1772. Fueron los materiales para la construcción durante más de siglo y medio en estas "lejanas" tierras de aquel Septentrión de la Nueva España. Los europeos por su parte, usaron durante milenio y medio la piedra, con la que lograron una plástica que reproducirán en nuestra tierra usando la tierra. La piedra y la tierra son materiales que enfrentan la luminosidad de manera distinta, son texturas que afectan la retina provocando distintas sensaciones. Son los juegos de la percepción que revaloran el carácter regional de las formas arquitectónicas "universales".
La tierra, en forma de adobe o enjarres, fue el primer material para la construcción de templos en nuestra región, al que se agregó, a fines del período jesuítico, la cantera. Posteriormente, los franciscanos introdujeron el ladrillo cocido, aumentando las capacidades constructivas. Cada uno de estos materiales es un relato plástico narrando historias venidas de su propia plástica, que le da el carácter regional a las propuestas universales. Los tres materiales su usaron ya de mantera individual, o ya combinándolos para resolver diferentes problemas de la construcción. La actividad constructiva va sumando materiales y técnicas, alterando la propuesta original y reforzando el carácter regional de la arquitectura.
Las ruinas del templo de Cucurpe son una grata conjugación de diversos materiales, el adobe, la cantera y el ladrillo, con sus propias texturas jugando con el sentido de la vista. Los arcos forjados en ladrillo cocido formando el cuadrado para recibir la cúpula, refleja la luz de un sol poniente que enciende el rojo de este material. Las sombras producidas semejan una caprichosa danza que alterna con los planos iluminados y que la magia de la fotografía detiene en un instante. Al alegre rojo del ladrillo, contrastan los suaves tonos ocres de la cantera y el color tierra del adobe.
El templo de Cucurpe se convirtió en ruina, sin siquiera llegar a ser una construcción terminada. Los muros de adobe con recubrimiento de cantera, son el apoyo de unos arcos que se levantan hacia el cielo como mudos testigos de aquellos afanes, de aquellas andanzas de misioneros y constructores por tierras sonorenses.
(Foro Plural. Año 1. No. 9. 15 de Julio del 2003)


LA CAPILLA DE SAN ANTONIO


A principios del siglo XIX, los vecinos de un barrio en las goteras de la Villa del Pitic, rumbo al poniente, aportaron sus limosnas para la construcción de un templo dedicado a San Antonio. Un caserío en el cruce de caminos, del cual conocemos poco su historia en estos lejanos tiempos. Es de presumir que sus pobladores se dedicaban a la agricultura y a otros menesteres del campo.

Una nota publicada el 6 de julio de 1830, nos dice que los vecinos iniciaron la construcción del templo diez y seis años antes, en 1814. Poco menos de cincuenta años atrás expulsaron a los jesuitas y los franciscanos tomaron su lugar en la administración de las misiones. Para fines del período jesuítico y principios del franciscano observamos una mejoría en la construcción de templos.
La ornamentación es ya mucho más elaborada, si la comparamos con la del período anterior. Entre otros templos ponemos como ejemplo el de Batuc, cuya fachada se conserva en un monumento en Hermosillo. Podemos ubicar en esta tradición constructiva regional, el templo de San Antonio.
La planta arquitectónica es in aula, en una sola nave, con el cuerpo de la torre adosado en el lado norte. Cuenta con coro y soto coro, resuelto éste último con bóveda de crucería. El templo quedó inconcluso, y durante bastante tiempo exhibió los arcos que al parecer nunca recibieron la bóveda.
La fachada está resuelta en estilo barroco, enmarcando el acceso con sendos pares de columnas apoyadas en peraltados dados y sosteniendo una moldura en la parte superior. Entre los pares de las columnas un nicho, elemento propio del barroco.
En la fachada encontramos uno de los símbolos del cristianismo con mayor presencia en los templos construidos a fines del siglo XVIII y principios del XX en la región, la Concha. Remata los nichos adosados a la fachada principal y entre los pares de columnas. Los antiguos cristianos utilizaban la concha para derramar el agua bendita sobre las cabezas de quienes eran bautizados, convirtiéndose con el tiempo en el símbolo de la Resurrección.
En la actualidad la capilla de San Antonio, envuelta ya por la mancha urbana, nos recuerda los afanes de aquellos primeros pobladores de un barrio sin nombre en las goteras del viejo Hermosillo. Sus muros de adobe, desgastados por el paso del tiempo y la generosa indiferencia de la modernidad que ve en el adobe un sinónimo de atraso, van desgastándose. Los arcos que nunca recibieron la bóveda, sólo son un recuerdo de las capacidades constructivas de hace casi doscientos años.
A mediados del siglo pasado, cuando los modernos fraccionadores tomaron por asalto el espacio, recuperaron a San Antonio para nombrar la colonia.
(Publicado en: Arquitectura Regional del Noroeste. No. 1. Febrero del 2007)

Jesús Félix Uribe García
Arquitecto
Proyecto y Construcción.
Telcel. 662 1247093

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