jueves, 14 de agosto de 2008

Arquitectura Moderna

MORALES HERMANOS


En el año de 1925 organizaron en París la exposición de Artes Decorativas, lanzando una propuesta estética que afectaría no sólo a la arquitectura. El estilo influyó en el diseño en su totalidad, desde los edificios hasta el mobiliario, ropa, maquillaje, joyas y toda una variedad de utensilios domésticos y de oficina. El Art Déco se propagó con rapidez, sobre todo en la clase media, como un sinónimo de modernidad y contrario a las tendencias historicistas decimonónicas con una profusión de formas ornamentales bastante elaboras. La sencillez de las formas geométricas permitió el uso de materiales industrializados, como el cemento y el concreto armado.
El Art Déco fue bien recibido en México, aportando además las formas geométricas de las culturas mesoamericanas, sobre todo maya y azteca. Uno de los primeros edificios decorados con las formas de este interesante estilo de las vanguardias de principios del siglo XX, fue el Palacio de Bellas Artes. La construcción de este importante edificio se reanudó pasado el movimiento revolucionario de 1910. En 1928, el arquitecto Federico Mariscal incorporó las formas del Déco en la ornamentación del Palacio de Bellas Artes.Las formas propuestas por el Art Déco pronto fueron adoptadas para la construcción de edificios comerciales y oficiales, desarrollando una fuerte actividad constructiva durante las décadas de 1920 y 1930 en la citada ciudad de México. Podemos citar el edificio La Nacional, obra de los arquitectos Manuel Ortiz Monasterio, Bernardo Calderón y Luís Ávila. La construcción de este edificio terminó el 27 de diciembre de 1932. Pero fue el sector oficial el, en mi opinión, propagador del estilo por toda la república mexicana. Sobre la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, SCOP. En Hermosillo tenemos como ejemplo el edificio conocido como la Inalámbrica y el de comunicaciones ubicado en la calle Rosales sur.
Con la inauguración de la planta de cemento en Villa de Seris, a fines de 1930, inicia un nuevo período en la actividad constructiva en Hermosillo, substituyendo los materiales tradicionales, adobe y madera principalmente, por los industriales. En este período construyen los primeros edificios modernos, pero dentro de la corriente conocida como el racionalismo. Como ejemplos, la desaparecida Casa del Pueblo, construida a principios de la década de 1930, la planta baja del Hotel Laval, el edificio Ferreira (Serdán y Garmendia) y otros.La propuesta hecha en la Exposición del Arte Decorativo en París, en 1925, “llega” a nuestra ciudad en la década de 1940. Una importante firma comercial papelera, “Morales Hermanos”, en funciones desde 1936, inicia la construcción de su propio edificio a fines de 1944. Ubicado en la esquina de Serdán y Abasolo, donde actualmente abre sus puertas la farmacia Benavides, era de dos plantas. La planta baja se componía de un amplio salón rodeado por los mostrados y tres almacenes. En el segundo piso el mezanine y siete despachos “propios para profesionistas. La obra fue realizada por el ingeniero Medina Luna, quien construyó un buen número de edificios en las décadas de los treinta y cuarenta, entre ellos el citado edificio Ferreira.
El Art Déco en Hermosillo no muestra la fina ornamentación que encontramos en las grandes ciudades. Pero dentro de su sencillez, encontramos los elementos que lo caracterizan. Como podemos apreciar en la gráfica, la esquina era “ochavada”, aunque sin marcar el acceso, los elementos verticales y “escalonados” nos refieren directamente al estilo Déco, así como la elevación de los mismos. Por otra parte, los ventanales pertenecen al llamado racionalismo, por lo que se trata de una composición ecléctica, ya que combina dos estilos arquitectónicos.Así como en la Ciudad de México, el Art Déco fue prontamente adoptado en nuestra ciudad. Durante los cuarenta se construyeron un buen número de edificios dentro de este estilo, desafortunadamente ya desaparecidos. La misma modernidad, dentro de su dinámica, va eliminando las propuestas al lanzar al “mercado” las “modas” que vendrán a sustituir lo anteriormente propuesto. Uno de los edificios que aun sobreviven es el de la papelería Abascal (Serdán y Pino Suárez), construido un año antes y el primero en ser pintado con pintura de aceite a fines de la década.



INTERNATIONAL HARVESTER




A mediados de la década de 1940, la imagen de la ciudad y de su arquitectura juega entre los recuerdos de los viejos tiempos y las formas propuestas por las vanguardias de la primera mitad del siglo XX. Las viejas casonas porfiristas caen para abrir grandes avenidas a imagen y semejanza de las ciudades modernas o para levantar sobre sus escombros los edificios del funcionalismo. Los espacios de antaño pasan a las crónicas, a los recuerdos, mientras los de nuevo cuño arriban con sus discursos de funcionalidad, eficiencia y capacidad. A mediados de 1946, cuando el río de Sonora corría aun libre y las acequias regaban los huertos a las orillas de la población, la compañía Internacional Harvester, presenta su edificio ubicado en la calle Pino Suárez, hoy Rosales. Una construcción de geometría sencilla, con su fachada principal de vidrio mostrando una relación interior-exterior novedosa para una población acostumbrada a los cerrados muros de adobe de las viejas casonas.
El funcionalismo trae, en esta relación entre lo interior y lo exterior, una nueva forma de transitar la ciudad, la transparencia. Queda atrás el caminar al ras de los viejos y cerrados muros de adobe, con sus grandes ventanales protegidos por postigos de madera y rejas de hierro. Lo moderno, son las grandes superficies de vidrio que desbordan la vista hacia el interior de los comercios, o hacia la calle, entablando un diálogo entre ambos espacios, el interior y el exterior. De noche, las luces encendidas de la moderna arquitectura, hacen transitar el espacio interior en un ambiente iluminado que atrapa a los viandantes. Es la transparencia, el poder vivir los espacios sin, necesariamente, entrar en ellos. Esta es la gran aportación de la arquitectura moderna a un pueblo con viejas casonas de adobe que sólo mostraban su austera, en la mayoría de los casos, fachada. La ciudad moderna construye los espacios arquitectónicos, para participar de un movimiento cotidiano, de un diario andar por las calles.
No se trata de un edificio aislado que viene a resolver las necesidades de los agricultores. Es parte de todo un sistema internacional de comercialización, convirtiendo el espacio arquitectónico en el emblema de la empresa: “Domina el cristal en todo el frente, y esta es otra característica del edificio, porque en su interior también no hay más que concreto, de suerte que de un departamento central puede observarse en cualquier momento todo lo que se mueve en el negocio, desde sus puertas de entrada hasta el último rincón de oficinas y talleres.” Un concepto del espacio que rompe con aquel otro, el que va quedando en los recuerdos, con sus espacios cerrados por gruesos muros de adobe. El sentido de la vista juega ahora con la transparencia, recorre desde la calle y banqueta traspasando la delgada capa de vidrio, para escarbar en todos los recovecos del interior.
Parte del discurso de las formas propuestas por la modernidad, es el análisis racional de los espacios que forman el conjunto así como de las relaciones entre ellos. No es un producto de la tradición, de formas que se retoman de generación en generación. El proyecto del edificio, que es prácticamente el mismo en todas partes donde se construya, no es el resultado del “capricho arbitrario de un arquitecto”. Resulta de un estudio “científico” hecho por verdaderos especialistas en la materia. Es un producto “racional”, en el cual todas sus partes forman un conjunto coherente y manejable por los prestadores del servicio como por sus usuarios.
Este edificio sobrevive, es parte de los recuerdos de la arquitectura propuesta por las vanguardias de la primera mitad del siglo XX. Actualmente, alberga un restaurante de comida china y no tardará en proponerse como un edificio con valor histórico dentro de la ciudad.

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